Un ratón se puso a corretear sobre el cuerpo de un
león dormido. Éste se despertó y lo atrapó; y estaba a
punto de devorarlo. Pero, como el ratón le pidiera que
lo soltase y le dijera que si lo salvaba se lo agradecería,
el león, sonriendo, lo dejó libre. Ocurrió que, no
mucho después, él se salvó gracias al ratón. Pues,
cuando, capturado por unos cazadores, fue atado a un
árbol con una soga, el ratón, que había oído sus
lamentos, acudió y se puso a roer la soga y, una vez
que lo hubo desatado, dijo: «Te reíste un día de mí,
incrédulo de que yo pudiera devolverte el favor, pero
ahora sabe bien que también hay agradecimiento de
parte de los ratones».
La fábula muestra que con los cambios de fortuna
los que pueden mucho llegan a estar necesitados de los
más débiles.
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