Una cerda y una perra se insultaban una a otra. La
cerda juraba por Afrodita que desgarraría a la perra
con sus dientes. La perra a eso contestó con ironía:
«Bien nos juras por Afrodita, pues muestras que eres
muy amada por ella, que a quien prueba de tus carnes
impuras, en absoluto deja entrar en su templo». Y la
cerda: «Por eso, en efecto, es más evidente que la
diosa me ama, pues rechaza por completo a quien me
mata o maltrata de cualquier forma; tú, sin embargo,
hueles mal viva o muerta».
La fábula muestra que los oradores prudentes
metódicamente transforman en elogio las injurias de
los enemigos.
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