Un adivino se ganaba su pan instalado en la plaza.
Se le acercó uno y le comunicó que su casa estaba con
las puertas abiertas y que se habían llevado todo lo de
dentro. Se levantó de un salto y lamentándose fue a la
carrera para ver lo sucedido. Uno de los que se
encontraban cerca, al verlo, dijo: «¡Eh tú!, ¿tú que
pregonabas que preveías los asuntos ajenos, cómo no
predijiste los propios?».
Uno se podría servir de esta fábula contra quienes
administran su propia vida de modo descuidado e
intentan cuidar de lo que en absoluto les importa.
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