Un pastor que había encontrado unos lobeznos los
crió con mucho cuidado pensando que finalmente no
sólo custodiarían sus ovejas, sino que cuando otros
lobos le quitaran algunas, se las devolverían a él. Pero
éstos, tan pronto como crecieron y adquirieron
confianza, comenzaron a destruir el rebaño. Cuando el
pastor se dio cuenta de ello, dijo entre llantos: «Es
justo lo que me ha pasado, pues ¿por qué salvé, cuando
eran pequeños, a esos que había incluso que matar
cuando crecieran?».
Así, los que salvan a los malvados, sin darse cuenta,
los fortalecen primero contra ellos mismos.
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