Un pastor que había llevado sus ovejas aun entinar,
al ver una encina muy grande repleta de bellotas,
extendiendo debajo su manto, se subió a ella y sacudía
el fruto. Las ovejas, al comer las bellotas, sin darse
cuenta, también se comieron a la vez el manto. Cuando
el pastor bajó y vio lo sucedido, dijo: «Malditos
animales!, vosotros que proporcionáis a los demás las
lanas para sus ropas, a mí, que os alimento, me quitáis
hasta el manto».
Así, muchos hombres, por ignorancia, beneficiando
a los que nada les importan, cometen maldades con los
suyos.
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