Avispas y perdices, atormentadas por la sed, fueron
a ver a un labrador a pedirle de beber y le prometían
que, a cambio del agua, le devolverían este favor: las
perdices removerían sus viñas, las avispas,
revoloteando en círculo, ahuyentarían a los ladrones
con sus aguijones. El labrador dijo: «Tengo dos bueyes
que, sin prometer nada, hacen todo; por tanto, es mejor
darles a ellos que a vosotras».
La fábula vale contra hombres depravados que
prometen prestar un servicio, pero cometen
grandísimos daños.
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