Una serpiente y un cangrejo vivían en el mismo
sitio. Y el cangrejo se comportaba con la serpiente leal
y amistosamente. Ésta, en cambio, era pérfida y
malvada. Aunque el cangrejo continuamente la
animaba a obrar con rectitud con respecto a él y a
imitar su buena disposición, aquélla no le hacía caso.
Por eso, irritado, cuando observó que dormía la cogió
del cuello y la mató; y, al verla tiesa, dijo: «¡Eh tú!, no
debías ahora ser recta, cuando has muerto, sino cuando
te lo aconsejaba: y no estarías muerta».
Esta fábula naturalmente podría decirse contra
aquellos hombres que, siendo malvados con sus
amigos en vida, dejan sus buenas acciones para
después de su muerte.
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