Nada más brotar el muérdago, una golondrina se
dio cuenta del riesgo que amenazaba a las aves y,
habiendo reunido a todos los pájaros, les aconsejó que,
mejor que nada, cortasen las encinas donde se produce
el muérdago; y si eso no les era posible, que se
refugiasen en los hombres y les suplicasen que no
utilizaran el poder del muérdago para capturarlos.
Riéndose éstos de sus tonterías, ella se fue a suplicar
ayuda a los hombres. Éstos la acogieron por su
sagacidad y hasta la aceptaron como convecina. Así
ocurrió que los hombres cazan y se comen a los
restantes pájaros, pero sólo la golondrina, como
protegida, anidaba sin miedo en sus casas.
La fábula muestra que los que prevén el porvenir
naturalmente apartan de sí los peligros.
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