Un amaranto que crecía junto a una rosa dijo:
«¡Qué flor más hermosa y deseable eres para dioses y
hombres!, te felicito por tu belleza y por tu aroma».
Ésta dijo: «Yo vivo por poco tiempo, amaranto, y,
aunque nadie me corte, me marchito; sin embargo, tú
floreces y vives siempre tan joven».
Es mejor perdurar contentándose con poco que, por
darse importancia poco tiempo, sufrir un cambio desafortunado
o incluso morir.
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