Unos pastores que sacrificaban una cabra en el
campo invitaron a los vecinos. Con ellos había
también una mujer pobre, con la que estaba su hijo. En
el transcurso del banquete, el niño, con la tripa
hinchada por la carne y sintiéndose mal, dijo: «Madre,
vomito mis entrañas». La madre le dijo: «No las tuyas,
hijo, sino las que te has comido».
Esta fábula es para un hombre con deudas, que,
habiendo tomado el dinero ajeno resueltamente,
cuando se le reclama, se enfada como si lo diera de lo
suyo.
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