Un murciélago que había caído al suelo fue
capturado por una comadreja y, cuando ésta le iba a
matar, le suplicó por su salvación. Al decirle la
comadreja que no podía liberarle, pues por naturaleza
combatía a todos los voladores, él le dijo que no era un
pájaro, sino un ratón, y así le dejó libre. Más tarde
cayó de nuevo al suelo y lo cogió otra comadreja, a la
que también pidió que no lo devorara. Como ésta
dijese que odiaba a todos los ratones, él repuso que no
era ratón, sino murciélago, y de nuevo fue liberado. Y
así ocurrió que, por cambiar dos veces de nombre,
logró su salvación.
La fábula muestra que tampoco nosotros debemos
permanecer siempre en lo mismo, pensando que los
que se acomodan a las circunstancias muchas veces
evitan los peligros.
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