Un viejo león se hallaba enfermo, acostado en su
cueva. Los demás animales, excepto la zorra,
acudieron allí para visitar a su rey. Entonces el lobo,
aprovechando la ocasión, acusó a la zorra ante el león
porque, sin duda, no aceptaba en absoluto al que
mandaba sobre todos ellos. Y, por eso, ni había ido a
verlo. En tanto, también la zorra se presentó y escuchó
las últimas palabras del lobo. Pues bien, el león rugió
contra ella. Y ésta pidió una oportunidad para
defenderse y dijo: «¿Y quién de los aquí reunidos te ha
sido tan útil como yo, que he ido por todas partes y he
tratado de conseguir de los médicos un remedio para ti
y te lo he traído?». Y, cuando el león le ordenó que
enseguida dijese el remedio, aquélla añadió: «Que
despellejes a un lobo vivo y te pongas encima su piel
caliente». Y al momento el lobo yacía muerto y la
zorra sonriendo dijo así: «No hay que mover al amo a
la malevolencia, sino a la benevolencia».
La fábula muestra que el que intriga contra otro
hace que la intriga revierta en su propio perjuicio.
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