Un herrero tenía un perro que dormía mientras él
trabajaba; a la hora de comer, en cambio, despertaba y
se le ponía a su lado. El herrero, echándole un hueso,
le dijo: «¡Desgraciado, dormilón!, cuando golpeo el
yunque, duermes; pero cuando muevo los dientes,
enseguida despiertas».
La fábula censura a los dormilones y perezosos, y
que comen de los trabajos ajenos.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario