En cierta ocasión una pulga dio un salto y se posó
en el pie de un atleta enfermo y, al saltar, le produjo
una picadura. Él, muy irritado, se disponía a aplastar a
la pulga con sus uñas. Pero ella con un impulso dio un
salto natural y, alejándose, escapó de la muerte. El
atleta, enojado, dijo: «Heracles, cuando me auxilias así
con una pulga, ¿cómo vas a ser un colaborador contra
mis rivales?».
Por lo tanto, la fábula también a nosotros nos
enseña que no debemos invocar enseguida a los dioses
para asuntos de poca importancia y sin riesgo, sino
para las necesidades mayores.
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