Un rico que tenía dos hijas, cuando murió una,
contrató unas plañideras. La otra le dijo a la madre:
«¡Desdichadas de nosotras, que no sabemos
lamentarnos nosotras mismas cuando la pena es
nuestra, y éstas, a las que en nada les concierne, se dan
golpes de pecho y lloran con tanta vehemencia!». Y
aquélla, respondiendo, dijo: «No te asombre, hija, el
que ésas se lamenten de modo tan lastimero, pues lo
hacen por dinero».
Así, algunos hombres, por ambición, no vacilan en
especular con las desgracias ajenas
No hay comentarios.:
Publicar un comentario