En cierta ocasión una pulga no hacía más que
molestar a uno. Al atraparla le dijo: «¿Quién eres tú
que te alimentas de todos mis miembros, picándome a
la ligera y sin motivo?». Ella gritó: «Así vivimos, no
me mates, pues no puedo hacerte un gran mal». Él,
riéndose, le dijo así: «En un momento estarás muerta
con mis propias manos, pues no conviene en absoluto
que surja en modo alguno ningún mal, ni pequeño ni
grande».
La fábula muestra que no conviene compadecerse
del malo, grande o pequeño.
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