Los que navegan tienen la costumbre de llevar
consigo perros malteses y monos para su distracción
durante la travesía. Uno que iba a navegar se llevó
también un mono. Cuando llegaron a la altura del
Sunio, el cabo del Ática, se desencadenó una violenta
tempestad. Como la nave se fuese a pique y todos
tratasen de ganar la costa a nado, también el mono
nadaba. Un delfín que lo había visto y había supuesto
que era un hombre, se puso debajo de él, y lo
transportó hacia tierra firme. Cuando llegó al Pireo, el
puerto de los atenienses, preguntó al mono si era
ateniense de nacimiento. Al responderle éste que sí y
que allí tenía ascendientes ilustres, le volvió a
preguntar si conocía el Pireo. Creyendo el mono que le
hablaba de un hombre, le dijo que era muy amigo
suyo, incluso íntimo. Y el delfín, irritado por tanta
mentira, se sumergió y lo ahogó.
La fábula es para los hombres que cuando
desconocen la verdad, acostumbran a engañar.
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