Un joven licencioso
se hallaba en un estado
vergonzoso,
con sus males secretos retirado;
en soledad, doliente, exasperado,
cavila, llora, canta, jura, reza,[9]
como quien ha perdido la cabeza.
«¿Te falta la salud? Pues,
caballero,
de todo tu dinero,
nobleza, juventud y poderío
sábete que me río;
trata de recobrarla, pues
perdida,
¿De qué sirven los bienes de esta
vida?»
Todo esto una Fantasma le
previno,
y al instante se fue como se
vino.
el enfermo se cuida, se repone;
un nuevo plan de vida se propone.
En efecto, se casa.
Cércanle los cuidados de la casa,
que se van aumentando de hora en
hora.
La mujer (Dios nos libre),
gastadora
aun mucho más que rica,
los hijos y las deudas
multiplica;
de modo que el marido,
más que nunca aburrido,
se puso sobre un pie de economía,
que estrechándola más de día en
día,
al fin se enriqueció con
opulencia.
La Fantasma le dice: «En mi
conciencia,
que te veo amarillo como el oro;
tienes tu corazón en el tesoro;
miras sobre tu pecho acongojado
el puñal del ladrón enarbolado;
las noches pasas en mortal
desvelo;
¿Y así quieres vivir?…¡Qué desconsuelo!»
El Hombre, como caso milagroso,
se transformó de avaro en
ambicioso.
Llegó dentro de poco a la
privanza:
¡el señor don Dinero qué no
alcanza![10]
La Fantasma le muestra claramente
un falso confidente:
cien traidores amigos,
que quieren ser autores y
testigos
de su pronta caída.
Resuélvese a dejar aquella vida,
y, ya desengañado,
en los campos se mira retirado.
Buscaba los placeres inocentes
en las flores y frutas
diferentes.
¿Quieren ustedes creer, esto me
pasma,
que aun allí le persigue la Fantasma?
Los insectos, los hielos y los
vientos,
todos los elementos
y las plagas de todas estaciones
han de ser en el campo tus
ladrones.
Pues ¿adónde irá el pobre
caballero?…
Digo que es un solemne majadero
todo aquel que pretende
vivir en este mundo sin su duende.
[9] Nuevo endecasílabo
acumulativo de verbos en asíndeton. <<
[10]
Reminiscencia de la conocida letrilla de Quevedo: «Poderoso caballero es Don
Dinero». <<
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