Un Ciervo se miraba
en una hermosa cristalina Fuente;
placentero admiraba
los enramados cuernos de su
frente,
pero al ver sus delgadas, largas
piernas,
al alto cielo daba quejas
tiernas.
«¡Oh dioses! ¿A qué intento,
a esta fábrica hermosa de cabeza
construir su cimiento
sin guardar proporción en la
belleza?
¡Oh, qué pesar! ¡Oh, qué dolor
profundo!
¡No haber gloria cumplida en este
mundo!»
Hablando de esta suerte
el Ciervo, vio venir a un lebrel
fiero.
Por evitar su muerte,
parte al espeso bosque muy
ligero;
pero el cuerno retarda su salida,
con una y otra rama entretejida.
Mas libre del apuro
a duras penas, dijo con espanto:
«Si me veo seguro,
pese a mis cuernos, fue por
correr tanto;
lleve el diablo lo hermoso de mis
cuernos,
haga mis feos pies el cielo
eternos:»
Así frecuentemente
el hombre se deslumbra con lo hermoso;
elige lo aparente,
abrazando tal vez lo más dañoso;
pero escarmiente ahora en tal cabeza.
el útil bien es la mejor belleza.
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