No a pares, a docenas encontraba
las Monas en Tetuán, cuando
cazaba,
un Leopardo; apenas lo veían,
a los árboles todas se subían,
quedando del contrario tan
seguras,
que pudiera decir: «No están
maduras».
El cazador, astuto, se hace el
muerto [14]
tan vivamente, que parece cierto.
Hasta las viejas Monas,
alegres en el caso y juguetonas,
empiezan a saltar; la más osada
baja, arrímase al muerto de
callada,
mira, huele y aun tienta,
y grita muy contenta:
«Llegad, que muerto está de todo
punto,
tanto, que empieza a oler el tal
difunto.»
Bajan todas con bulla y algazara:
Ya le tocan la cara,
ya le saltan encima,
aquélla se le arrima,
y haciendo mimos, a su lado
queda;
Otra se finge muerta y lo remeda.
Mas luego que las siente
fatigadas
de correr, de saltar y hacer
monadas,
levántase ligero,
y más que nunca fiero,
pilla, mata, devora, de manera
que parecía la sangrienta fiera,
cubriendo con los muertos la
campaña,
al Cid matando moros en España.
Es el peor enemigo el que aparenta
no poder causar daño; porque intenta
inspirando confianza,
asegurar su golpe de venganza.
[14] Es la misma treta que empleará el gato de «Los Ratones y el Gato». <<
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