Un León en otro tiempo poderoso,
ya viejo y achacoso,
en vano perseguía, hambriento y
fiero,
al mamón Becerrillo y al Cordero,
que trepando por la áspera
montaña,
huían libremente de su saña.
Afligido de la hambre a par de
muerte,
discurrió su remedio de esta
suerte:
Hace correr la voz de que se
hallaba
enfermo en su palacio, y deseaba
ser de los animales visitado.
Acudieron algunos de contado;
mas como el grave mal que lo
postraba
era un hambre voraz, tan sólo
usaba
la receta exquisita
de engullirse al monsieur[15] de la visita.
Acércase la Zorra de callada,
y a la puerta asomada,
atisba muy despacio
la entrada de aquel cóncavo
palacio.
El León la divisó, y en el
momento
la dice: «Ven acá; pues que me
siento
en el último instante de mi vida,
visítame como otros, mi querida.»
«¡Como otros! ¡Ah, señor! he
conocido
que entraron, sí, pero no han
salido.
mirad, mirad la huella,
bien claro lo dice ella;
y no es bien el entrar do no se
sale.»
La prudente cautela mucho vale.
[15] Galicismo pretendidamente irónico. <<
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