Poco antes que esparciese
sus cabellos en hebras
el rubicundo Apolo
Por la faz de la tierra [7],
de cazador armado,
al soto Fabio llega.
Por el nudoso tronco
de cierta encina vieja
sube para ocultarse
en las ramas espesas.
Los incautos conejos
alegres se le acercan.
Uno del verde prado
igualaba la hierba;
otro, cual jardinero,
las florecillas siega;
el tomillo y romero
éste y aquél cercenan;
entre tanto al más gordo
Fabio su tiro asesta;
Dispara, y al estruendo
se meten en sus cuevas
tan repentinamente,
que a muchos pareciera
que, salvo el muerto, a todos
se los tragó la tierra.
Después de tanto espanto,
¿Habrá alguno que crea
que de allí a poco rato
la tímida caterva,
olvidando el peligro,
al riesgo se presenta?
Cosa extraña parece
mas no se admiren de ella.
¿Acaso los humanos
hacen de otra manera?
[7] Descripción de sabor
cervantino (Quijote I,2): «Apenas había el rubicundo Apolo
tendido por la faz de la ancha y espaciosa tierra las doradas hebras
de sus hermosos cabellos…» De todos modos no hay que olvidar que aquí
Cervantes da a esta descripción cierto matiz de burla, dado que es don Quijote
quien, en su imaginación, la pone en la pluma del futuro historiador de sus
«memorables fechos», y es dabido que en estos casos Cervantes está parodiando
el altisonante estilo de los libros de caballerías. <<
No hay comentarios.:
Publicar un comentario