Llevado de la dulce melodía
del cántico variado y delicioso
que en un bosque frondoso
las aves forman, saludando al
día,
entró cierta mañana
un sabio en los dominios de Dïana
[8].
Sus pasos esparcieron el espanto
en la agradable estancia;
interrúmpese el canto;
las aves vuelan a mayor
distancia;
todos los animales, asustados,
huyen delante de él precipitados,
y el Filósofo queda
con un triste silencio en la
arboleda.
marcha con cauto paso
ocultamente;
descubre sobre un árbol eminente
a un faisán, rodeado de su cría,
que con amor materno la decía:
«Hijos míos, pues ya que en mis
lecciones
largamente os hablé de los
milanos,
de los buitres y halcones,
hoy hemos de tratar de los
humanos.
La oveja en leche y lana
da abrigo y alimento
para la raza humana,
y en agradecimiento
a tan gran bienhechora,
la mata el hombre mismo y la
devora.
A la abeja, que labra sus panales
artificiosamente,
la roba, come, vende sus
caudales,
y la mata en ejércitos su gente.
¿Qué recompensa, en suma,
consigue al fin el ganso
miserable
por el precioso bien,
incomparable,
de ayudar a las ciencias con su
pluma?
Le da muerte temprana el hombre
ingrato,
y hace de su cadáver un gran
plato.
Y pues que los humanos son peores
que milanos y azores
y que toda perversa criatura,
huiréis con horror de su figura.»
Así charló, y el hombre se
presenta.
«Ese es», grita la madre, y al
instante
la familia volante
se desprende del árbol y se
ausenta.
¡Oh cómo habló el Faisán! «Mas ¡qué dijera
el Filósofo exclama, si supiera
que en sus propios hermanos
la ingratitud ejercen los humanos.»
[8] Diéresis. La medida del verso
exige que Diana sea trisílaba. Diana, la Artemisa griega, era hija de Júpiter y
Latona, y hermana, por tanto, de Apolo. Era la diosa de la caza en la mitología
romana. Los «dominios de Diana» son, pues, esos bosques frondosos de que habló
más arriba. <<
No hay comentarios.:
Publicar un comentario