Un Burro cojo vio que le seguía
un Lobo cazador, y no pudiendo
huir de su enemigo, le decía:
«Amigo Lobo, yo me estoy
muriendo;
me acaban por instantes los
dolores
de este maldito pie de que cojeo;
si yo no me valiese de
herradores,
no me vería así como me veo.
Y pues fallezco, sé caritativo;
sácame con los dientes este
clavo,
muera yo sin dolor tan excesivo,
y cómeme después de cabo a rabo.»
«¡Oh! dijo el cazador con ironía,
contando con la presa ya en la
mano,
no solamente sé la anatomía,
sino que soy perfecto cirujano.
El caso es para mí una patarata,
la operación no más que de un
momento;
alargue bien la pata,
y no se me acobarde, buen
Jumento.»
Con su estuche molar [5]
desenvainado
el nuevo profesor llega al
doliente;
mas éste le dispara de contado
una coz que le deja sin un
diente.
Escapa el cojo, pero el triste
herido
llorando se quedó su desventura.
«¡Ay infeliz de mí! bien merecido
el pago tengo de mi gran locura.
Yo siempre me llevé el mejor
bocado
en mi oficio de lobo carnicero;
pues si puedo vivir tan regalado,
¿a qué meterme ahora a
curandero?»
Hablemos en razón: no tiene juicio
quien deja el propio por ajeno oficio.
[4] La Fontaine: El Caballo y el Lobo. Como refleja la ilustración, La Fontaine sustituía el asno por un caballo. <<
[5] Gráfica metafórica para designar la boca. <<
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