Marramaquiz[1] , gran gato,
de nariz roma, pero largo olfato,
se metió en una casa de Ratones.
En uno de sus lóbregos rincones
puso su alojamiento;
por delante de sí, de ciento en
ciento
les dejaba por gusto libre el
paso,
como hace el bebedor, que mira al
vaso;
y ensanchando así más sus
tragaderas,
al fin los escogía como peras[2]
.
Éste fue su ejercicio cotidiano;
pero tarde o temprano,
al fin ya los Ratones conocían
que por instantes se disminuían.
Don Roepán, cacique el más prudente
de la ratona gente,
con los suyos formó pleno
consejo,
y dijo así con natural despejo:
«Supuesto, hermanos, que el
sangriento bruto,
que metidos nos tiene en llanto y
luto,
habita el cuarto bajo,
sin que pueda subir ni aun con
trabajo
hasta nuestra vivienda, es
evidente
que se atajará el daño solamente
con no bajar allá de modo
alguno.»
El medio pareció muy oportuno;
y fue tan observado,
que ya Marramaquiz, el muy taimado,
metido por el hambre en calzas
prietas,
discurrió entre mil tretas
la de colgarse por los pies de un
palo,
haciendo el muerto: no era ardid
malo;
pero don Roepán, luego que advierte
que su enemigo estaba de tal
suerte,
asomando el hocico a su agujero,
«Hola, dice, ¿qué es eso,
caballero?
¿Estás muerto de burlas o de
veras?
Si es lo que yo recelo en vano
esperas;
pues no nos contaremos ya seguros
aun sabiendo de cierto
que eras, a más de Gato muerto,
Gato relleno ya de pesos duros[3]
».
Si alguno llega con astuta maña,
y una vez nos engaña,
es cosa muy sabida
que puede algunas veces
el huir de sus trazas y dobleces
valernos nada menos que la vida.
[1] El nombre de Marramaquiz, así como los de Zapaquilda, Micifuf, Zapirón y Garraf, que veremos en fábulas posteriores, están tomados de La Gatomaquia, de Lope de Vega. <<
[2] Comparación de ascendencia cervantina: «…en quien vuestra merced pudiera escoger como entre peras, y decir este quiero, aqueste no quiero» (Quijote I,25). <<
[3] Gatos: los bolsones de dinero, porque se hacen de los pellejos desollados enteros sin abrir" (Covarrubias). Las diversas acepciones de gato ocasionaron multitud de juegos de palabras en el barroco. Peso duro o fuerte: Moneda de plata que pesaba una onza y valía 20 reales. <<
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