Una Perdiz en celo reclamada
vino a ser en la red aprisionada.
Al Cazador la mísera decía:
«Si me das libertad, en este día
te he de proporcionar un gran
consuelo.
Por ese campo extenderé mi vuelo;
juntaré a mis amigas en bandadas,
que guiaré a tus redes,
engañadas,
y tendrás, sin costarte dos
ochavos,
doce perdices como doce pavos.»
«¡Engañar y vender a tus amigas!
¿Y así crees que me obligas?
Respondió el Cazador; pues no,
señora;
muere, y paga la pena de
traidora.»
La Perdiz fue bien muerta; no es dudable.
La traición, aun soñada, es detestable.
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