Todos los animales cada instante
Se quejaban a Júpiter tonante
de la misma manera
que si fuese un alcalde de
montera [10].
El Dios, y con razón, amostazado
viéndose importunado,
por dar fin de una vez a las
querellas,
en lugar de sus rayos y
centellas,
de receptor envía desde el cielo
al Águila rapante, que de un
vuelo
en la tierra juntó los animales
y expusieron en suma cosas tales.
Pidió el león la astucia del
raposo,
este de aquél lo fuerte y
valeroso;
envidia la paloma al gallo fiero,
el gallo a la paloma lo ligero.
Quiere el sabueso patas más
felices,
y cuenta como nada sus narices.
El galgo lo contrario solicita;
y en fin, cosa inaudita,
los peces, de las ondas ya cansados,
quieren probar los bosques y los
prados;
y las bestias, dejando sus
lugares,
surcar las olas de los anchos
mares.
Después de oírlo todo,
el Águila concluye de éste modo:
«¿Ves, maldita caterva
impertinente,
que entre tanto viviente
de uno y otro elemento,
pues nadie está contenta,
no se encuentra feliz ningún
destino?
Pues ¿para qué envidiar el del
vecino?»
Con sólo este discurso,
aun el bruto mayor de aquel
concurso
se dio por convencido.
De modo que es sabido
que ya sólo se matan los humanos
en envidiar la suerte a sus hermanos.
[10] Alcalde de una aldea o lugar,
sobre todo si es labriego. <<
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