miércoles, 3 de enero de 2018

El Ciervo y los Bueyes

Con inminente riesgo de la vida
un ciervo se escapó de una batida,
Y en la quinta cercana de repente
se metió en el establo incautamente.
Dícele un buey: «¿Ignoras, desdichado,
que aquí viven los hombres? ¡Ah cuitado!

Detente, y hallarás tanto reposo
como perdiz en boca de raposo.»
El Ciervo respondió: «Pero, no obstante,
dejadme descansar algún instante,
y en la ocasión primera
al bosque espeso emprendo mi carrera.»
Oculto en el ramaje permanece;
a la noche el boyero se aparece,
al ganado reparte su alimento,
nada divisa, sálese al momento.
El mayoral y los criados entran,
y tampoco le encuentran.
Libre de aquel apuro
el ciervo se contaba por seguro;
Pero el Buey, más anciano,
le dice: «¿Qué? ¿Te alegras tan temprano?
Si el amo llega, lo perdiste todo;
yo le llamo Cien-ojos por apodo:
mas chitón, que ya viene.»
Entra Cien-ojos; todo lo previene;
a los rústicos dice: «No hay consuelo;
las colleras tiradas por el suelo,
limpio el pesebre, pero muy de paso;
el ramaje muy seco y más escaso.
Señor mayoral, ¿es éste buen gobierno?»
En esto mira al enramado cuerno
del triste Ciervo; grita, acuden todos
contra el pobre animal de varios modos,
y a la rústica usanza
se celebró la fiesta de matanza.
Esto quiere decir que el amo bueno
no se debe fiar del ojo ajeno.
  

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