Y la maestra agregó: «Bien segura estoy de que nunca en casa de sus padres, ninguno de ustedes ha visto tan malos ejemplos...» -¡Nunca, jamás! señorita -exclamaron a la vez todos los gatitos-. Bien -dijo la maestra-; pero puede ser que por casualidad los hayan visto en otras partes... -¡Sí, señorita, los hemos visto! -gritaron-. ¡Oh! ¿y dónde? -preguntó la gata, con una sonrisa-. En casa de Fulano, señorita-. Y cada gatito nombró la familia de algún otro alumno.
Los ojos a la casa del vecino, las espaldas a la propia.
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