sábado, 6 de enero de 2018

Los gatitos en la escuela

     Una gata vieja, experimentada profesora, con los anteojos bien asentados sobre la ñata, explicaba a toda una aula de gatitos que era muy feo el mentir; que un gatito bien educado nunca debía robar la leche; que era un gran pecado el ser goloso, y que si era muy bien el cazar lauchas y aun comerlas, se debía evitar en lo posible hacerlas sufrir inútilmente, como lo solían hacer tantos gatos chicos y grandes.
     Y la maestra agregó: «Bien segura estoy de que nunca en casa de sus padres, ninguno de ustedes ha visto tan malos ejemplos...» -¡Nunca, jamás! señorita -exclamaron a la vez todos los gatitos-. Bien -dijo la maestra-; pero puede ser que por casualidad los hayan visto en otras partes... -¡Sí, señorita, los hemos visto! -gritaron-. ¡Oh! ¿y dónde? -preguntó la gata, con una sonrisa-. En casa de Fulano, señorita-. Y cada gatito nombró la familia de algún otro alumno.

     Los ojos a la casa del vecino, las espaldas a la propia. 

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