sábado, 6 de enero de 2018

Las colmenas

     No hay peor enemigo que el de tu oficio.
     En el fondo de un jardín había tres colmenas, cuyas abejas trabajaban con igual empeño, pero no con igual éxito, sencillamente por estar una de las colmenas un poco más al reparo del sol y del viento que las otras. 
     Los tres enjambres eran del mismo origen, y todas las abejas parientas; pero no por esto se ayudaban de colmena a colmena, y cada familia trabajaba sola para sí, con guiñadas de envidia, más bien que de cariño, a las vecinas.
     Una primavera de muchas flores, la colmena mejor situada se apresuró a desparramar en los alrededores su ejército de obreras y dio tal empuje a los trabajos, que se llenó de miel hasta más no poder, afirmando victoriosamente su ya afamada prosperidad.
     No pudo hacer lo mismo la que estaba a su lado, porque, no siendo su exposición tan favorable, no tuvo bastante calor para apresurar el nacimiento de sus obreras; y cuando éstas ya pudieron salir, las flores escaseaban. Apenas se pudo juntar en esa colmena bastante miel para evitar el hambre durante el invierno, y las abejas de la colmena rica, al ver a sus vecinas cabizbajas y flacas, pronto dieron a conocer su indiscreta alegría que no tanto su propia prosperidad, como la desgracia ajena, las llenaba de gozo.
     Y quizá se mueren de tristeza las abejas pobres a no ver al otro lado, completamente arruinada, la tercera colmena, con sus habitantes muriéndose de necesidad, lo que fue para ellas el gran consuelo que les permitió sobrellevar su propia pobreza. 


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