La merina se quejaba y las otras se admiraban de que se quejase, vestida como estaba, por una mojadura, cuando ellas, casi desnudas, soportaban lluvias y fríos sin decir nada.
Una oveja vieja, que habiendo vivido mucho, sabía muchas cosas, les dijo: «No extrañen se encuentre tan desgraciada: es hija de ricos; y la pobreza, madrastra como es, mejor que la prosperidad, entiende de educación».
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