(Algunos sólo
aprecian la literatura extranjera, y no tienen la menor noticia de la de su
nación.)
El
Té, viniendo del imperio chino,
se
encontró con la Salvia en el camino.
Ella
le dijo: «¿Adónde vas, compadre?»
—«A
Europa voy, comadre,
donde
sé que me compran a buen precio.»
—«Yo
(respondió la Salvia) voy a China,
que
allá con sumo aprecio
me
reciben por gusto y medicina.[4]
En
Europa me tratan de salvaje,
y
jamás he podido hacer fortuna.»
—«Anda
con Dios. No perderás el viaje,
pues
no hay nación alguna
que
a todo lo extranjero
no
dé con gusto aplausos y dinero.»
La
Salvia me perdone,
que
al comercio su máxima se opone.
Si
hablase del comercio literario,
yo
no defendería lo contrario;
porque
en él para algunos es un vicio
lo
que es en general un beneficio;
y
español que tal vez recitaría
quinientos
versos de Boileau y el Taso,
puede
ser que no sepa todavía
en
qué lengua los hizo Garcilaso.
[4] Los chinos estiman tanto la salvia, que por una caja de esta hierba
suelen dar dos, y a veces tres, de té verde. Véase el Diccionario de
Historia natural, de M. Valmont de Bomare, en el artículo Sauge. <<
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