viernes, 5 de enero de 2018

El Gato, el Lagarto y el Grillo

(Por más ridículo que sea el estilo retumbante, siempre habrá necios que le aplaudan, sólo por la razón de que se quedan sin entenderle.)

            Ello es que hay animales muy científicos
            en curarse con varios específicos,
            y en conservar su construcción orgánica,
            como hábiles que son en la botánica;
            pues conocen las hierbas diuréticas,
            catárticas, narcóticas, eméticas,
            febrífugas, estípticas, prolíficas,
            cefálicas también y sudoríficas.
            En esto era gran práctico y teórico
            un Gato, pedantísimo retórico,
            que hablaba en un estilo tan enfático
            como el más estirado catedrático.
            Yendo a caza de plantas salutíferas,
            dijo a un lagarto: «¡Qué ansias tan mortíferas!
            quiero por mis turgencias semihidrópicas
            chupar el zumo de hojas heliotrópicas
            Atónito el Lagarto con lo exótico
            de todo aquel preámbulo estrambótico,
            no entendió más la frase macarrónica
            que si le hablasen lengua babilónica.
            Pero notó que el charlatán ridículo
            de hojas de girasol llenó el ventrículo,
            y le dijo: «Ya, en fin, señor hidrópico,
            he entendido lo que es zumo heliotrópico
            ¡Y no es bueno que un Grillo, oyendo el diálogo,
            aunque se fue en ayunas del catálogo
            de términos tan raros y magníficos,
            hizo del Gato elogios honoríficos!
            sí; que hay quien tiene la hinchazón por mérito,
            y el hablar liso y llano por demérito.
            Mas ya que esos amantes de hiperbólicas
            cláusulas y metáforas diabólicas
            de retumbantes voces el depósito
            apuran, aunque salga un despropósito,
            caiga sobre su estilo problemático

            este apólogo esdrújulo-enigmático.

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