Un pescador se hallaba pescando en un río. Y,
cuando tendió las redes y abarcó la corriente desde
todos los lados, batía el agua con una piedra atada a
una gruesa cuerda, para que los peces, al huir,
inevitablemente cayesen en ellas. Uno de los
habitantes del lugar, sin embargo, al ver lo que hacía,
le censuró por enturbiar el río y no dejarles beber agua
clara. Él respondió: «Si no remuevo el río así, moriré
de hambre».
Así también los dirigentes de las ciudades
consiguen más cuando llevan sus patrias a la sedición.
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