jueves, 4 de enero de 2018

El naufragio de Simónides [2]

En tanto que tus vanas compañeras,
cercadas de galanes seductores,
escuchan placenteras
en la escuela de Venus los amores,
Elisa, retirada te contemplo
de la diosa Minerva al sacro templo.

Ni eres menos donosa,
ni menos agraciada
que Clori, ponderada
de gentil y de hermosa:
pues, Elisa divina, ¿por qué quieres
huir en tu retiro los placeres?
¡Oh sabia, qué bien haces
en estimar en poco la hermosura,
los placeres fugaces,
el bien que sólo dura
como rosa que el ábrego marchita! [3]
Tu prudencia infinita
busca el sólido bien y permanente
en la virtud y ciencia solamente.
Cuando el tiempo implacable con presteza
o los males tal vez inopinados,
se lleven la hermosura y gentileza,
con lágrimas estériles llorados
serán aquellos días que se fueron
y a juegos vanos tus amigas dieron;
pero a tu bien estable
no hay tiempo ni accidente que consuma:
siempre serás feliz, siempre estimable.
Eres sabia, y en suma
este bien de la ciencia no perece.
Oye cómo esta fábula lo explica,
que mi respeto a tu virtud dedica.
Simónides [4] en Asia se enriquece,
cantando a justo precio los loores
de algunos generosos vencedores.
Este sabio poeta, con deseo
de volver a su amada patria Ceo [5],
se embarca, y en la mar embravecida
fue la mísera nave sumergida.
De la gente a las ondas arrojada,
sale quien diestro nada,
y el que nadar no sabe
fluctúa en las reliquias de la nave.
Pocos llegan a tierra, afortunados,
con las náufragas tablas abrazados.
Todos cuantos el oro recogieron,
con el peso abrumados, perecieron.
A Clecémone [6] van. Allí vivía
un varón literato, que leía
las obras de Simónides, de suerte
que al conversar los náufragos, advierte
que Simónides habla, y en su estilo
le conoce; le presta todo asilo
de vestidos, criados y dineros;
pero a sus compañeros
les quedó solamente por sufragio

mendigar con la tabla del naufragio.
 [2] En La Fontaine encontramos Simónides preservado por los Dioses, aunque ni el tema ni el desarrollo coinciden con esta. Por lo demás, la fábula de La Fontaine en cuestión figura también en Fedro. <<
[3] Este magnífico endecasílabo, probablemente el verso más conseguido de Samaniego, está dentro de la tradición de la «fugacidad» de los días —el Carpe Diem (=aprovecha el momento presente) de la oda a Leuconoe de Horacio, o el Collige, virgo, rosas (=coge, muchacha, las rosas) de Ausonio (c. 310-c. 395)—, tema tan caro a los poetas renacentistas y barrocos y que dió versos tan admirables como el «Marchitará la rosa el viento helado», de Garcilaso —muy próximo al de Samaniego— o los tercetos del conocido soneto de Góngora:
«…goza cuello, cabello, labio y frente,
antes que lo que fue en tu edad dorada
oro, lilio, clavel, cristal luciente,
no sólo en plata o víola truncada
se vuelva, mas tú y ello juntamente
en tierra, en humo, en polvo, en sombra, en nada.»
 En el siglo XVIII volvió a ponerse de moda por influencia de Villegas, Meléndez Valdés y Alberto Lista. 
<<[4] El poeta griego Simónides (556-467 a.d.C.) fue premiado 56 veces en los concursos para los cantos de las fiestas públicas, llegando a derrotar al propio Esquilo en el convocado tras la victoria de Maratón. Gozó de la amistad y el aprecio de los hombres más ilustres de la época. <<
[5] Isla griega del archipiélago de las Cícladas, donde nació Simónides. El nombre correcto es Ceos o Keos. <<
 [6] Clazomene o Clazémonas. Es una isla del golfo de Esmirna, que unió Alejandro Magno al continenete por medio de un dique. El historiador y general ateniense Jenofonte (445-355 a.d.C.) la mencionó en sus Helénicas: «El rey Artajerjes estima justo que las ciudades de Asia le pertenecen, y también las islas de Clazomene y Chipre» (V,1, 31). <<

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