«Vaya una quisicosa.
Si aciertas, Juana hermosa,
cuál es el animal más presumido,
que rabia por hacerse distinguido
entre sus semejantes,
te he de regalar un par de
guantes.
No es el pavón [11],
ni el gallo,
ni el león, ni el caballo;
y así, no me fatigues con
demandas.»
«¿Será tal vez… el mono?» «Cerca
le andas.»
«¿El mico?» «Que te quemas;
Pero no acertarás: no, no lo
temas.
Déjalo, no te canses el caletre.
Yo te diré cuál es: el Petimetre [12].»
Este vano orgulloso
pierde tiempo, doblones y reposo
en hacer distinguida su figura.
No para en los adornos su locura;
hace estudio de gestos y de
acciones
a costa de violentas
contorsiones.
De perfumes va siempre prevenido;
no quiere oler a hombre ni en
descuido.
Que mire, marche o hable,
en todo busca hacerse remarcable [13].
¿Y qué consigue? Lo que todo
necio:
Cuanto más se distingue, más
desprecio.
En la historia siguiente yo me
fundo.
Un Chivo, como muchos en el
mundo,
vano extremadamente,
se miraba al espejo de una
fuente.
«¡Qué lástima, decía,
que esté mi juventud y lozanía
por siempre disfrazada
debajo de esta barba tan poblada!
¿Y cuándo? Cuando en todas las
naciones
no tienen ni aun bigotes los
varones;
pues ya cuentan que son los
moscovitas,
si barbones ayer, hoy señoritas [14].
¡Qué cabrunos estilos tan
groseros!
A bien que estoy en tierra de
barberos.»
La historia fue en Tetuán, y todo
el día
la barberil guitarra se sentía,
el Chivo fue, guiado de su tono,
a la tienda de un mono,
Barberillo afamado,
que afeitó al señorito de
contado.
Sale barbilampiño a la campaña.
Al ver una figura tan extraña,
no hubo perro ni gato
que no le hiciese burla al
mentecato.
Los chivos le desprecian de
manera,
que no hay más que decir. ¡Quién
lo creyera!
Un respetable macho
dicen que rió como un muchacho.
[11] Pavo real. <<
[12]
Galicismo que se introdujo en el siglo XVIII, pese a las censuras y sátiras de
ciertos estritores. Así, el P. Isla se burló de la moda galicista en aquel
célebre poema de Fray Gerundio, en donde también hacía alusión a petrimetre:
«Llamar
a un pisaverde pisaverde,
no
hay mujer que de tal nombre se acuerde;
petimetre es mejor y más usado,
o
por lo menos más afrancesado…»
<<[13] Notable. Tanto ese
galicismo como el anterior (petimetre) están subrayados por el propio
Samaniego para que no quede dudas de su valor irónico. <<
[14]
Pedro I el Grande (1672-1725) fue zar de Rusia desde 1682. Decidido a reformar
y «occidentalizar» el país, impuso la indumentaria europea, el afeitado de la
barba (a lo que alude Samaniego) y la reforma del calendario. Concentró todo el
poder en la persona del zar, que acabó siendo jefe supremo del ejército y la
Iglesia. <<
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