(Muchos autores
celebran solamente sus propias obras y las de sus amigos o condiscípulos.)
A
un congreso de varios animales
con
toda seriedad el Mono expuso
que,
a imitación del uso
establecido
entre hombres racionales,
era
vergüenza no tener historia,
que,
al referir su origen y sus hechos,
instruirlos
pudiese y darles gloria.
Quedando
satisfechos
de
la propuesta idea,
el
Mono se encargó de la tarea,
y
el rey León en pleno consistorio
mandó
se le asistiese puntualmente
con
una asignación correspondiente,
además
de los gastos de escritorio.
Pide
al ganso una pluma
el
nuevo autor; emprende su faena,
y
desde luego en escribir se estrena
una
histórica suma,
que
sólo contenía los anales
suyos
y de los monos compañeros;
mas
pasando después años enteros,
nada
habló de los otros animales,
que
esperaron en vano
volver
a ver más letra de su mano.
El
Elefante, como sabio, un día
por
tan grave omisión cargos le hacía,
y
respondióle el Mono: «No te espantes;
pues
aun en esto a muchos hombres copio.
Obras
prometo al público importantes,
y
al fin no escribo más que de mí propio.»
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