(Hay muchas obras
excelentes que se miran con la mayor indiferencia.)
De
su jaula un día
se
escapó un Canario,
que
fama tenía
por
su canto vario.
«¡Con
qué regocijo
me
andaré viajando,
y
haré alarde, dijo,
de
mi acento blando!»
Vuela
con soltura
por
bosques y prados,
y
el caudal apura
de
dulces trinados.
Mas
¡ay!, aunque invente
el
más suave paso,
no
encuentra viviente
que
de él haga caso.
Una
Mariposa
le
dice burlando:
«Yo
de rosa en rosa
dando
vueltas ando.»
«Serás
ciertamente
un
músico tracio;
pero
busca oyente
que
esté más despacio.»
—«Voy,
dijo la Hormiga,
a
buscar mi grano…
mas
usted prosiga,
cantor
soberano.»
La
Raposa añade:
«Celebro
que el canto
a
todos agrade;
pero
yo entre tanto
(esto
es lo primero)
me
voy acercando
hacia
un gallinero
que
me está esperando.»
—«Yo,
dijo un Palomo,
ando
enamorado,
y
así el vuelo tomo
hasta
aquel tejado.
A
mi palomita
es
ya necesario
hacer
mi visita;
perdone
el Canario.»
Gorjeando
estuvo
el
músico grato;
mas
apenas hubo
quien
le oyese un rato.
¡A
cuántos autores
sucede
otro tanto!
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