Trampas, redes y perros
los celosos pastores disponían
en lo oculto del bosque y de los
cerros,
porque matar querían
a un Lobo por el bárbaro delito
de no dejar a vida ni un cabrito.
Hallóse cara a cara
un Mastín con el Lobo de repente,
y cada cual se para,
tal como en Zama estaban frente a
frente,
antes de la batalla, muy serenos
Aníbal y Scipión [7],
ni más ni menos.
En esta suspensión, treguas
propone
el Lobo a su enemigo.
el Mastín no se opone,
antes le dice: «Amigo,
es cosa bien extraña, por mi
vida,
meterse un señor Lobo a
cabricida.
Ese cuerpo brioso
y de pujanza fuerte,
que mate al jabalí, que venza al
oso.
Mas ¿qué dirán al verte
que lo valiente y fiero
empleas en la sangre de un
cordero?»
El Lobo le responde: «Camarada,
tienes mucha razón; en adelante
propongo no comer sino ensalada.»
Se despiden y toman el portante.
Informados del hecho
los pastores, se apuran y patean;
agarran al Mastín y le apalean.
Digo que fue bien hecho;
pues en vez de ensalada, en aquel
año
se fue comiendo el Lobo su
rebaño.
¿Con una reprensión, con un consejo
se pretende quitar un vicio añejo?
[7] En Zama (ciudad norteafricana
situada al SO de Cartago) se enfrentaron definitivamente el general cartaginés
Aníbal (247-183 a.d.C) y el general romano Publio Cornelio Escipión Emiliano, El
Africano (235-183 a.d.C.). Aníbal, que había destruido Sagunto y había
llevado la guerra a territorio romano, atravesando los Alpes y venciendo
sucesivamente en Tesino, Trebia, Trasimeno y Cannas, tuvo que retirarse a sus
tierras de Cartago, donde fue alcanzado por Escipión. En Zama se dio la batalla
decisiva. Vencido Aníbal, se retiró a Bitinia, donde se envenenó. <<
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