Un lobo que se había puesto al mando de los
restantes lobos impuso a todos unas leyes, para que lo
que cazase cada uno lo llevase al común y que todos
tuvieran su parte y no devorarse entre sí por estar
faltos. Se acercó un burro sacudiendo la crin y dijo:
«Hermosa idea de la mente de un lobo, pero ¿cómo es
que tú has depositado en tu cubil la caza de ayer?
Llévala al centro y repártela». El lobo, puesto en
evidencia, derogó sus leyes.
Los que parecen establecer las leyes justamente no
perseveran fieles en lo que establecen y determinan.
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