(El que para
desacreditar a otro recurre a medios injustos, suele desacreditarse a sí propio.)
Hubo
un Canario que, habiéndose esmerado en adelantar en su canto, logró divertir
con él a varios aficionados y empezó a tener aplauso. Un Ruiseñor extranjero,
generalmente acreditado, hizo particulares elogios de él, animándole con su
aprobación.
Lo
que el Canario ganó, así con este favorable voto, como con lo que procuró
estudiar para hacerse digno de él, excitó la envidia de algunos pájaros. Entre
éstos había unos que también cantaban, bien o mal, y justamente por ello le
perseguían. Otros nada cantaban, y por lo mismo le cobraron odio. Al fin un
Grajo, que no podía lucir por sí, quiso hacerse famoso con empezar a chillar
públicamente entre las aves contra el Canario. No acertó a decir en qué cosa
era defectuoso su canto; pero le pareció que para desacreditarle bastaba
ridiculizarle el color de la pluma, la tierra en que había nacido, etc.,
acusándole, sin pruebas, de cosas que nada tenían que ver con lo bueno o malo
de su canto. Hubo algunos pájaros de mala intención que aprobaron y siguieron
lo que dijo el Grajo.
Empeñóse
éste en demostrar a todos que el que habían tenido hasta entonces por un
Canario diestro en el canto, no era sino un borrico, y que lo que en él había
pasado por verdadera música era en la realidad un continuado rebuzno. «¡Cosa
rara!, decían algunos; el Canario rebuzna; el Canario es un borrico.»
Extendióse entre los animales la fama de tan nueva maravilla, y vinieron a ver
cómo un Canario se había vuelto burro. El Canario, aburrido, no quería ya
cantar; hasta que el Águila, reina de las aves, le mandó que cantase para ver
si en efecto rebuznaba o no; porque, si acaso era verdad que rebuznaba, quería
excluirle del número de sus vasallos los pájaros. Abrió el pico el Canario, y
cantó a gusto de la mayor parte de los circunstantes. Entonces el Águila,
indignada de la calumnia que había levantado el Grajo, suplicó a su señor, el
dios Júpiter, que le castigase. Condescendió el dios, y dijo al Águila que
mandase cantar al Grajo. Pero cuando éste quiso echar la voz, empezó, por
soberana permisión, a rebuznar horrorosamente. Riéronse todos los animales y
dijeron: Con razón se ha vuelto asno el que quiso hacer asno al Canario.
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