Y cuando, ensangrentados, ambos dejaron de combatir y se retiraron, rodeado cada uno de las gallinas que más quería, éstas, tímidas, les preguntaron por qué habían peleado con tanto encarnizamiento.
Y cada uno por su lado, erguido, contestó: «porque tenemos púas».
De la cintura a la mano salta solo el cuchillo; mejor dejarlo en casa.
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