Ni siquiera le hacía caso la polla; si, por casualidad, le prestaba atención, era para burlarse de él con sus compañeras.
Otro gallo que las frecuentaba, grosero, feo y mal educado, incapaz de prestar un servicio, brutal en sus modos, también festejaba a la polla, si festejo se puede llamar el trato que le daba, humillándola, haciéndola llorar de vergüenza y de rabia, burlándose de ella, hasta atropellándola.
¡Misterios del corazón de las pollas!, con éste fue con quien se casó.
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