No veía a la oveja; estaría detrás de una mata de paja que allí había, y la víbora se deslizó despacio para mirar y topó con el zorro, quien, imitando a las mil maravillas el balido de la oveja parida, trataba de hacerse seguir por el corderito hasta alguna cueva de donde éste no saldría más.
Al ver la cara atónita de la víbora, soltó la risa el zorro: «¿Qué le parece la ovejita, comadre?...»
«¡Eh! ¿Qué quiere?, cada uno se las compone como puede».
Algunos días después, el zorro, en ayunas, oyó el canto de un pájaro entre el matorral: «más vale, pensó, chingolo que nada» y fue despacito hasta donde oía el canto. Y topó con la víbora, quien, imitando a las mil maravillas el silbido de los pajaritos, trataba de indicarles el camino de su garganta.
Al ver la cara atónita del zorro, la víbora soltó la risa: «¿Qué le parece la calandria, compadre?... ¡Eh! ¿qué quiere? cada uno se las compone como puede».
-¿De qué vive Fulano? -De trampas. -¿Y tú? -También.
Hasta el pícaro tiene que vivir en este mundo.
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