No dejó de cruzar por su mente dolorida como una fugitiva idea que bien podía ser el zorro, pero la rechazó casi con indignación contra sí misma, al acordarse que el zorro era su propio compadre, y aunque algunos le aseguraron que era un gran cachafaz, no lo quiso creer capaz de semejante fechoría.
Y lo consultó, al contrario, sobre las medidas más conducentes a evitar en el porvenir la misma desgracia.
El zorro, muy comedido, se prestó a ello con la mejor voluntad, indicó mil medios, precauciones complicadas combinaciones de puertas y de cerraduras, y de estas últimas se guardó, sin decir nada, las llaves duplicadas.
axel
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