...El ramillete ya está ajado; sus colores han palidecido, sus pétalos se cierran, su perfume se evapora; ya no es la flor atrayente del Deseo; es la flor severa de la Realidad.
Las conserva el viajero; y mucho tiempo después, las volverá a ver, incoloras, con su perfume tenue y deliciosamente apagado de flores marchitas del Recuerdo.
Y si se da vuelta, verá que en la planta han quedado otras, purpúreas todavía, pero de una púrpura deslucida, triste, y cuyo perfume, a la vez suave y amargo, desconsuela. Son las flores del Pesar; también, en otro tiempo hermosas flores del deseo, dejadas ahí por descuido, por desdén o por olvido, por no haber podido o por no haber querido, también por no haberse atrevido quizá, o por no haber sabido.
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