El padre ganso lo llamó y le declaró que, deseoso de proteger el arte, lo que le permitía hacer su gran fortuna, había resuelto ofrecerle el puesto de maestro de música de sus hijos, remunerándolo generosamente con la casa y la comida.
El ruiseñor no necesita mucha casa, ni mucha comida; pero, artista incipiente, era tan pobre que aceptó.
Empezaron las lecciones: pero por mucho que hiciera, nunca pudo conseguir de sus discípulos otra cosa que el estridente grito: «¡Juan, Juan!» y desanimado, se retiró diciéndole al padre: «Mire» señor; mejor es renunciar; sus hijos han nacido sólo para ganar plata, no trate de hacer de ellos artistas».
No hay comentarios.:
Publicar un comentario