En cierta ocasión un lobo vagaba por lugares
desérticos y, declinando ya Hiperión hacia su ocaso, al
ver su propia sombra alargada, dijo: «¿Cómo temo yo
al león cuando soy de tal tamaño?, ¿teniendo un pletro
de largo, no voy a ser sencillamente soberano de todas
las fieras juntas?». Un león más fuerte atrapó al
orgulloso lobo y se dispuso a devorarlo, mientras éste
gritaba arrepentido: «La presunción es responsable de
nuestras desgracias».
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