viernes, 5 de enero de 2018

El Erudito y el Ratón

(Hay casos en que es necesaria la crítica severa.)

            En el cuarto de un célebre Erudito
            se hospedaba un Ratón, ¡ratón maldito!
            que no se alimentaba de otra cosa
            que de roerle siempre verso y prosa.
            Ni de un gatazo el vigilante celo
            pudo llegarle al pelo,
            ni extrañas invenciones
            de varias e ingeniosas ratoneras,
            o el rejalgar en dulces confecciones,
            curar lograron su incesante anhelo
            de registrar las doctas papeleras,
            y acribillar las páginas enteras.
            Quiso luego la trampa
            que el perseguido autor diese a la estampa
            sus obras de elocuencia y poesía;
            y aquel bicho travieso,
            si antes lo manuscrito le roía,
            mucho mejor roía ya lo impreso.
            «¡Qué desgracia la mía!
            (el literato exclama): ya estoy harto
            de escribir para gente roedora;
            y por no verme en esto, desde ahora
            papel blanco no más habrá en mi cuarto.
            Yo haré que este desorden se corrija…»
            pero sí; la traidora Sabandija,
            tan hecha a malas mañas, igualmente
            en el blanco papel hincaba el diente.
            El Autor, aburrido,
            echa en la tinta dósis competente
            de solimán molido:
            escribe (yo no sé si en prosa o verso):
            devora, pues, el animal perverso,
            y revienta por fin… «¡Feliz receta!
            (dijo entonces el crítico poeta):
            quien tanto roe, mire no le escriba
            con un poco de tinta corrosiva.»
            Bien hace quien su crítica modera;
            pero usarla conviene más severa
            contra censura injusta y ofensiva,
            cuando no hablar con sincero denuedo

            poca razón arguye, o mucho miedo.

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