Un cabrero que había llevado sus cabras a pastar, al
ver que se mezclaban con otras monteses, al caer la
tarde, a todas las hizo entrar en su cueva. Al día
siguiente, desencadenada una gran tormenta, no
pudiendo llevarlas al pasto acostumbrado, las cuidaba
dentro, echando a las propias comida moderada, sólo
para que no pasaran hambre; y, en cambio,
amontonaba más para las extrañas, con la intención de
apropiárselas también. Pasada la tormenta, cuando
sacó a todas al pasto, las monteses, tirando al monte,
huían. Como el pastor les reprochase su ingratitud, ya
que lo dejaban después de haber recibido más
cuidados, volviéndose le dijeron: «Pues también por
eso mismo más nos precavemos, porque si a nosotras,
que nos hemos acercado a ti ayer, nos trataste mejor
que a las que llevan tiempo contigo, resulta evidente
que, si también se te acercasen otras después de esto,
las preferirías a nosotras».
La fábula muestra que no debemos acoger con satisfacción
las amistades de quienes nos estiman más a los
amigos recientes que a los antiguos, sino pensar que, si
se hacen amigos de otros al envejecer nuestra amistad,
los preferirán a ellos.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario